El paidopsiquiatra C. Cobo Medina (2004) se cuestiona en un sentido semejante:
La necesidad de impulsar una pedagogía y una terapia cultural de la Muerte, mediante el entrenamiento en d
terminadas vivencias enriquecedoras del valor de la vida que no sólo no niegan la muerte sino que la tienen
implícitamente en cuenta, lejos de fantasías o de pánicos macabros, a los que, por el contrario, neutralizan y
ahuyentan como a fantasmas. Una pedagogía de los sentimientos y de la conciencia moral, una pedagogía
del tiempo y de la memoria; de la contemplación y de la oración (religiosa o laica); una pedagogía de la
soledad y del silencio (de cómo se callan las cosas que suenan y de cómo suenan las cosas que están
calladas), de la oscuridad y de la quietud, una pedagogía del misterio (ejercicios, como, por ejemplo, ver las
cosas de una manera nueva, despojadas de su función cotidiana; amar el sonido de versos que no se
entienden, encontrar la armonía de un cajón revuelto, recuperar los sueños extraños perdidos en la noche..., y
de ese 'no sé' ante la muerte), un interés por la entrañable e innumerable genealogía de ancestros de los que
heredamos nuestros rasgos de identidad familiar, y también de esos otros de los que, aunque no estén
directamente vinculados a nuestros genes, heredamos bellísimas obras (ese consuelo inmortal del arte, de la
música, de la poesía, de la pintura...) y. fundamentales descubrimientos para la Humanidad.
lunes, 23 de marzo de 2009
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